Historia del vino

La historia del vino abarca milenios. Las primeras evidencias señalan que la fermentación de uvas se practicaba ya en comunidades agrícolas del Neolítico. A medida que la viticultura se extendió, distintas culturas perfeccionaron técnicas y recipientes.


Egipto documentó usos del vino en contextos ceremoniales. Grecia lo integró en su vida social y filosófica. Roma impulsó su expansión por Europa, estructuró normas de cultivo y desarrolló métodos de conservación y transporte.


Con el tiempo, el vino pasó de ser un producto ritual a un elemento central en la alimentación, el comercio y la cultura mediterránea. Esta evolución técnica y simbólica explica la importancia que hoy se concede al terroir, la variedad y la elaboración.

Cuándo se creó el vino

Responder a cuándo se creó el vino implica asumir que no hubo un momento único. Se trata de un proceso gradual. La fermentación espontánea de uvas pudo producirse fortuitamente hace más de ocho mil años. 

Con el avance agrícola, comunidades del Oriente Próximo comenzaron a domesticar la vid e introducir prácticas de prensado rudimentario. A partir de ahí se consolidó una viticultura consciente, expandida después por rutas comerciales y migraciones.

Quién creó el vino

Tampoco existe una sola respuesta a quién creó el vino. Varias culturas contribuyeron a su desarrollo:

  • Poblaciones del Cáucaso, con las primeras evidencias de vinificación.
  • Civilizaciones mediterráneas, que difundieron variedades y técnicas.
  • Romanos, quienes sistematizaron la producción y el comercio. 

Este origen colectivo explica la diversidad de estilos y tradiciones actuales. También muestra por qué el concepto del vino y su historia integra geografía, clima y cultura, no solo técnica.

Relación con nuestras bodegas

En el contexto de esta evolución histórica, Solar de Samaniego y Durón representan un ejemplo contemporáneo de cómo se integran tradición y territorio en comarcas con un milenio de historia vinculada a la viticultura y el vino. 

Nuestro grupo trabaja en Rioja Alavesa y Ribera del Duero, dos regiones con trayectorias vitícolas históricas consolidadas. Su enfoque combina interpretación del paisaje, control del viñedo y elaboración cuidada, de acuerdo con prácticas heredadas y perfeccionadas a lo largo de siglos.