La respuesta es clara: sí, el vino se estropea con el calor. Aunque es una bebida resistente y de larga vida, las altas temperaturas pueden alterar su estructura, sabor y aroma. Entender cómo y por qué ocurre este deterioro es clave para conservar sus botellas en óptimas condiciones.

El vino se estropea con el calor

El vino es sensible a los cambios extremos de temperatura, y el calor es uno de sus principales enemigos. Cuando se expone a temperaturas superiores a los 24-26 °C de forma prolongada, pueden producirse los siguientes efectos:

  • Oxidación acelerada: el calor rompe el equilibrio del vino y acelera su envejecimiento.
  • Aparición de sabores cocidos: se pierde frescura y aparecen notas planas o quemadas.
  • Presión interna: el líquido se expande y puede forzar el corcho, facilitando la entrada de oxígeno.

 

Además, una botella expuesta al calor puede desarrollar un color marrón, especialmente en blancos y rosados, y su nariz se vuelve apagada o avinagrada.



Qué puede estropear el vino

El calor no es el único enemigo del vino. Hay otros factores que pueden estropearlo:

  • Luz directa: la radiación solar afecta los compuestos aromáticos, sobre todo en vinos blancos y espumosos.
  • Humedad insuficiente: si el ambiente es muy seco, los corchos se resecan, facilitando la oxidación.
  • Movimientos constantes: el vino necesita reposo; moverlo demasiado afecta su evolución.
  • Falta de ventilación o malos olores: pueden transferirse al vino si no está bien sellado.

 

La mejor forma de conservar el vino es en un lugar fresco (12-16 °C), oscuro, con humedad controlada y sin vibraciones. Una vinoteca es la solución ideal si no dispone de bodega natural.